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¡Oh! Qué

amigo nos es

Cristo

El legado teológico de los

himnos de mi infancia.

Por unos años de mi vida le cuestioné mucho a Dios ¿por qué había nacido en Cuba? ¿por qué de las vivencias de mi niñez? y del ¿por qué de las situaciones socio-económicas y políticas que me tocó vivir en la época más temprana de mi vida?

Hoy, le doy gracias al Señor porque me sembró una himnología y unos valores cristianos que muchos jóvenes modernos tristemente no han llegado a conocer. Las iglesias cubanas tuvieron un fervor y unas vivencias muy lindas durante esas décadas.

Las estrofas de este himno han venido a ser un consuelo y un bálsamo espiritual en los momentos más duros de mi vida. Y no hay palabras para describir el gozo que hoy siento al recordar los himnos de mi infancia.

Sin duda alguna que a esta conclusión van llegando todos los escogidos de Dios al bregar con todo el dolor y la angustia que hay en esta tierra:

Cristo es un amigo eterno,

¡Sólo en Él confío yo!

¡Oh, qué amigo nos es Cristo!

El llevó nuestro dolor,

Y nos manda que llevemos

Todo a Dios en oración.

 

¿Vive el hombre desprovisto

De paz, gozo y santo amor?

Esto es porque no llevamos

Todo a Dios en oración.

¿Vives débil y cargado

De cuidados y temor?

A Jesús, refugio eterno,

Dile todo en oración.

 

¿Te desprecian tus amigos?

Cuéntaselo en oración;

En sus brazos de amor tierno

Paz tendrá tu corazón.

 

Jesucristo es nuestro amigo,

De esto prueba nos mostró,

Pues sufrió el cruel castigo

Que el culpable mereció.

 

El castigo de su pueblo

En su muerte El sufrió;

Cristo es un amigo eterno,

¡Sólo en El confío yo!

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