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Por Samuel Santiesteban

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La navidad nostálgica que mi corazón siente
Por Samuel Santiesteban

En la década de los años 70 no había alcanzado aún mi adolescencia. Precisamente, en estos días, desperté con una nostalgia profunda recordando la Navidad de aquellos años en Cuba, y recordé las celebraciones navideñas que los cubanos cristianos hacíamos en la década de los años 70.

Fueron años de una persecución terrible. Había un rechazo por parte del gobierno a todo el que se declaraba cristiano. Los templos estaban vacíos y solo permanecía un pequeño grupo de fieles. Eran creyentes que tenían convicciones muy sólidas y con una decisión firme de no negar al Señor al costo que fuera necesario.

Debíamos ser cristianos de muy altos principios y de una fe auténtica para testificar del Señor y querer celebrar el sentido verdadero de la Navidad. En aquellos años, no era fácil salir a la calle con una Biblia debajo del brazo, y de afrontar el reto de decir en la escuela o en el trabajo: “yo soy cristiano”

Los tiempos han cambiado un poco y una apertura a la fe cristiana se comienza a vislumbrar en Cuba, como también se comienza a celebrar la Navidad; pero a nuestra generación nos tocó una época muy dura donde solo un pequeño remanente permaneció firme en la fe. Y doy gracias a Dios por el calibre de los cristianos que conocí en esa época de mi vida.

En aquel entonces, la Navidad se celebraba solo dentro de los templos evangélicos. El árbol navideño, la representación del pesebre y los pocos adornos navideños que quedaban de los años de una Cuba capitalista los podías ver solo en las iglesias evangélicas y en unos pocos hogares de gente selecta y valiente que adornaban dentro de sus casas. Los niños corrían por las calles despavoridos dando voces cuando podían mirar un árbol de Navidad en algún hogar de valientes.

Los villancicos e himnos navideños se podían escuchar dentro del templo y fuera solo notabas un silencio total sobre esta santa celebración. Una sombra de miedo y tristeza cubría el gozo que la Navidad tiene.

La radio y la televisión no hacían la más mínima alusión a esta celebración que el mundo reconoce. No había descuentos en las tiendas, ni árbol, ni bolas, ni pesebre ni ningún otro adorno navideño que recordase al pueblo el nacimiento del Hijo de Dios. Sinceramente que algunos cristianos llegamos a pensar que el sistema comunista arrancaría de nuestra patria la celebración más importante que la humanidad tiene.

En las iglesias y algunas casas muy específicas los viejos arbolitos y sus atuendos se conservaban en cajas como reliquias y eran como un tesoro irreemplazable para cada temporada. Ya nadie esperaba conseguir más de aquellas cosas, y no se vislumbraba apertura para celebrar con gozo una Navidad nueva.

Muchos de mis amigos lectores no podrán imaginar el dolor que sentíamos los cubanos cuando una de aquellas bolas de vidrio sintético caían al suelo y se rompían en mil pedazos. Entonces, los cubanos con trozos de papel o pedazos de periódicos, colocábamos en ellos los trozos de vidrio roto y terminábamos de machacar con un martillo para usar las estillas finas como brillo a las franjas de algodón que colocabamos en las ramas de los arbolitos navideños.

Recuerdo también cómo con una vieja brocha y pinturas de mala calidad pintábamos los bombillos de colores para alumbrar un árbol y dar vida a cualquier planta que nos recordase al clásico árbol navideño. Las figuras del pesebre, escaseaban y muchos carpinteros a mano creaban el pesebre y a base de muñecos infantiles hacíamos a toda fuerza la recordación de aquel niño-Dios que se humillaba, a la tierra descendía y por salvar a pecadores, en una cruz moría.

¡Oh! Mis amigos lectores, ¡Qué Navidades las de aquellos años, en Cuba! ¡Qué clase de programas y de cantatas preparaban las iglesias cubanas en aquel tiempo de represión y escasez! Sin micrófonos, sin sistemas de audio, sin luces de escenarios y sin otro instrumento que un viejo y malgastado piano de fondo. Esto recuerdo, con mucha nostalgia, aquel fervor y aquel gozo.

¡Qué contenido Cristo céntrico tenían aquellos programas! y cuánto brillaba el nacimiento del niño-Dios en aquellas Navidades cubanas prohibidas y celebradas dentro de los templos evangélicos.

Después de casi veinte años de estar viviendo en los Estados Unidos de América, me doy cuenta que esta época del año cada vez más se asemeja a una fiesta pagana y politeísta, donde brilla Santa Claus, el árbol, los adornos, las comidas y las rebajas navideñas; pero se oculta al niño del pesebre y se opaca todo el sentido más sagrado y excelso que la Navidad tiene. Cientos de miles de casas adornan sus fachadas con luces multicolores y otras cosas; pero no observas ni el pesebre, ni el niño, ni los pastores. ¡No hay una representación del nacimiento!

Ojalá que, mi amigo lector, aunque no sea contemporáneo conmigo, o bien no pueda comprender la realidad cubana a la que me refiero, al menos pueda saborear con agrado esta iglesia chilena que una Navidad algo más auténtica tiene. Me recuerda el fervor navideño de aquellas iglesias cubanas de los años 70.

Dios permita, que el lector preste atención a las estrofas de este himno, que pueda saborear la teología que emana de ellas, y que con amor y humildad comprenda que es precisamente la Navidad nostálgica, que mi corazón siente.

¡Feliz Navidad!

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

 

Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.

Isaías 9:6 y 7

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