No hay amigo
como Cristo
Por Samuel Santiesteban.
Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas
que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.
(Juan 15:15)
Desarrollo
En el orden de las cosas terrestres, sabemos que la amistad sincera no está relacionada con intercambiar cosas, nada tiene que ver con un espectáculo de logros de uno hacia el otro.
La amistad sincera no es tampoco para criticar o dar sermones al amigo, no se compone de ropas, comidas o bebidas. Si has llegado a tener un buen amigo en esta tierra, de seguro conoces que lo único que tienes que hacer y que él quiere hacer contigo: es pasar tiempo juntos.
Más que discutir, hacer alardes, señalar las faltas o mostrar los logros, los amigos se cuentan sus problemas, se escuchan el uno al otro, se sinceran sus tentaciones y debilidades, saben reír y llorar juntos, se comprenden sus luchas y tormentos en una atmósfera de gracia y de completa tolerancia, del uno con el otro.
Cristo desea lo mismo de una manera más excelsa y divina, Él quiere que pasemos tiempo con Él y planea una eternidad con nosotros.
Los cristianos auténticos sabemos que tenemos una relación con nuestro Padre Celestial que es libre, gratuita y está llena de un caudal infinito de gracia y de verdad.
Tal es el misterio de esta amistad que los pocos minutos que tenemos con Cristo llegan a ser para nosotros los momentos más preciosos que en esta vida terrenal podamos tener.
Hebreos 4:16 dice: Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Introducción
Cristo nos llama amigos y esto procede de un vocablo del griego compuesto por a (“sin”) y ego (“yo”), por lo que amigo significa como “sin mi yo”. Es decir que el Señor Jesús nos está ofreciendo una relación basada en el amor, en la cual no está presente Su ego.
Cualquier servicio que podamos hacer para Dios no es para satisfacer Su ego, Su sed, o alguna ansiedad de complacencia. A Dios se le ofrece un servicio sin esclavitud basado en una relación de Amor Divino y de Gracia Celestial.
Desde el mismo huerto del Edén Dios anhelaba ser un amigo del hombre y tener una relación íntima con él, la voz de Dios se paseaba en el huerto. (Génesis 3:8).
La Trinidad es un reflejo de la comunión perfecta del Dios trino, y esto sigue siendo el anhelo más vehemente del corazón de Dios: que nosotros entremos en una danza divina y eterna con Él.
¡Dios quiere a todo costo una relación eterna y perfecta con nosotros!
Algo de mi experiencia personal
Tuve el hermoso privilegio de vivir por un período de nueve años dentro de un Seminario Evangélico en Cuba y por un tiempo corto convivimos con el fundador de esa misión evangélica y su hija, Sarah Lavastida.
Recuerdo a este anciano en un viejo sillón leyendo la Biblia con mucha paz, lo que nos mostraba que tenía una comunión muy serena y sencilla con Cristo. Queda una escena muy fija en mi memoria.
Con una mirada tierna y con una voz muy suave aquel anciano con casi cien años de vida, Bartolomé Gregorio Lavastida me cantó muchas veces lo mismo:
“yo quiero más y más de Cristo, yo quiero más de Su poder, yo quiero más de Su presencia, yo quiero más y más de Él”
El Evangelio de nuestros días
Hoy, millones de creyentes literalmente se "enamoran" de un líder religioso o del pastor de su iglesia local. Usted ve a los congregados siguiendo sus enseñanzas ciegamente. Quieren comprar todos sus libros, tratan de aprender todas sus formas religiosas, quieren dominar toda su jerga, predicar, orar y hacer los gestos que ellos hacen.
Es una adicción a la admiración del líder, del “hombre de Dios” que a veces da pena y observamos a las multitudes interrumpiéndolos con aplausos eufóricos por cada frase y cada chiste que estos aparentes “ungidos” declaman.
Yo me pregunto: ¿por qué la gente no quiere más y más de Cristo? ¿por qué no platican con Cristo? ¿por qué no se alimentan de Cristo? y ¿por qué no van con sus tormentos y agonías a los pies de Jesucristo?
Otro de los himnos de mi infancia viene a mi mente y dice así:
"Cuando estés cansado y abatido, dilo a Cristo, dilo a Cristo; Él es tu amigo más fiel; no hay otro amigo como Cristo, dilo tan solo a Él".
Conclusiones
Si Dios me permite alcanzar más años de vida, anhelo poder reflejar alguna dulzura en mi mirada, infundir alguna paz a los que se me acerquen y cantar desde el fondo de mi alma el mismo estribillo de aquel anciano, realmente cristiano, Bartolomé Gregorio Lavastida:
“yo quiero más y más de Cristo, yo quiero más de Su poder,
yo quiero más de Su presencia,
yo quiero más y más de Él”