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¿Somos
realmente
fieles 

a Dios?
Por Samuel Santiesteban

Un amigo pastor, que lleva años pastoreando una iglesia, el domingo pasado, por razones de salud se quedó en su casa y en la tarde me llamó para comentarme: “entré en el Internet buscando un sermón, tenía necesidad de escuchar algo", y añadió: "También los pastores necesitamos escuchar un mensaje de parte de Dios”.

 

Le comenté a mi amigo pastor: ¡Oh! qué fiel es Dios. Lo interesante es que no te siento agotado con el Evangelio, llevas varios años dando sermones y aún sigue Dios poniendo ese deseo, en tu corazón y por eso quieres 

escuchar un buen sermón.

“porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”

(Filipenses 2:13).

 

¡Qué maravilla! es la fidelidad de Dios para con nosotros, la que cuenta y Él sigue poniendo esa inquietud, ese fuego ardiente y ese deseo divino en nuestros corazones por las cosas de arriba y no por las de la tierra.

Hay muchos pastores que vagan por el mundo agotados y cansados de haber tomado el Evangelio como una gestión humana. Han creído tanto en su "libre albedrío" que se han cansado por estar haciendo vanos esfuerzos religiosos y considerar (en su tontería) que pueden ser muy fieles a Dios, luego pueden venir fracasos muy fuertes para sus ministerios.

Solo hay uno fiel y verdadero: Dios. 

Si fuéremos infieles, él permanece fiel: Él no puede negarse a sí mismo.

(2 Timoteo 2:13).

 

Efectivamente Moisés mató a un egipcio y golpeó la peña con ira. Abraham mintió y dijo que Sara era su hermana. Noé se emborrachó. Gedeón era un cobarde. Rahab era una ramera. Sansón se entregó a una mujer idólatra. David fue un adúltero y un asesino. Pablo perseguía a los cristianos. Pedro le negó tres veces mientras lo crucificaban. Tomás le reclamó sus heridas en sus manos y su costado traspasado. Juan el Bautista dudó de su divinidad estando en la cárcel y la lista puede ser bien larga.

 

Usted y yo NO SOMOS FIELES, sino infieles a Dios, todos los días de nuestra vida. A cada momento y en cada instante estamos bregando con una lucha interna entre nuestra naturaleza adámica y el engendro de una nueva criatura que quiere crecer y establecerse solamente por la obra regeneradora del Espíritu Santo de Dios, en nosotros.

“Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.”. (Malaquías 3:6).

 

¿Crees que este versículo pueda aplicarse a tu vida hoy? ¿Te sientes como los hijos de Jacob o no te encaja mucho del todo este asunto? Quizás alguna bondad tienes para presentar a Dios y Él no estará con ánimos de consumirte, quizás tu testimonio cristiano es bueno y Él debe tenerlo en cuenta.

¡Dios haga una obra grande en nosotros! y que podamos sentir en nuestros corazones que no hemos sido consumido solo por la misericordia de Jehová. 

Dijo Charles Spurgeon en uno de sermones: "Algunas veces, cuando veo en la calle a algunos persona muy malvadas, siento como si mi corazón fuera a estallar en lágrimas de gratitud. He pensado que si Dios me hubiera dejado solo y no me hubiera tocado con su gracia ¡cuán gran pecador hubiera resultado yo! 

 

¡Hubiera corrido hasta los últimos límites del pecado y me hubiera zambullido en las propias profundidades del mal!

 

Siento que yo hubiera sido un verdadero rey de los pecadores, si Dios no me hubiera alcanzado. No puedo entender por qué razón he sido salvado excepto sobre la base de que Dios lo quiso así". 

 

Una doctrina sana de la fe cristiana, centrada en el sacrificio de Cristo y en la salvación por gracia produce una relación con Dios que tiene un sentimiento de admiración constante por Su fidelidad y no por la nuestra.

Cada día debemos agradecer a Dios porque Él nos ama fielmente y porque nos atrae a Él constantemente. Aquí lo que cuenta es Su gloria y no la nuestra. No somos nosotros los fieles, sino que es Dios el único fiel realmente.

Muchos cristianos hemos entonado este himno pensando en las cosas de abajo de esta tierra y hemos olvidado al cantar estas estrofas un versículo que nos pone en otra perspectiva: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. (Colosenses 3:2)

La fidelidad de Dios no es SOLO comida y bebida, abrigo y calzado, familia y amistades, salud y trabajo. ¡No! esto no es todo. Les invito a meditar en la fidelidad de Dios, desde otra perspectiva más profunda: Él ha sido fiel para conservar nuestras almas en Sus caminos, para llevarnos de la mano en cada situación difícil de nuestra vida, y será fiel finalmente para librar nuestras almas del infierno.     

"Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca

decayeron sus misericordias.

Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad"

(Lamentaciones 3:3)

¡Oh, seamos sinceros! No somos nosotros los fieles,
en ninguna manera.

 ¡Gloria sean dadas a Dios!
porque Él jamás ha sido infiel con nosotros.

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