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Jesucristo,
es la revelación
más excelsa
de la gracia
de Dios.

Por Samuel Santiesteban.

Sin la gracia de Dios el cristianismo es nada. 

 

Si quitamos LA GRACIA

de la fe cristiana 

la convertimos EN

otra religión pagana.

Si usted es de aquellos que está comenzando a dar sus primeros pasos en la fe, algo que le recomiendo es comenzar a leer los Evangelios, me refiero a los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento. 

Mateo, Marcos Lucas y Juan fueron discípulos de Cristo, hombres que desarrollaron por tres años de ministerio una camaradería íntima con Jesús. En todos las vivencias de la vida de Cristo nos quedamos maravillados al ver que Jesús es una muestra viviente y real de la Gracia de Dios.

 

Algunos ejemplos tales como el de la mujer adúltera que todos quieren apedrear y matar en público por la infidelidad a su marido, más la respuesta de Jesús es: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. Jesús nos cuenta acerca de un padre que recibe a un hijo pródigo que ha desecho su herencia con prostitutas, en rondas, parrandas y con amigos perversos. ¡Oh! pero Jesús nos relata de un padre que abre los brazos y hace fiesta porque este era su hijo amado que estaba perdido y es hallado, estaba muerto y había revivido. Su gracia se expresa en tolerancia, amor, sencillez y humildad en todo tiempo.

Es un Jesús que está compasivo, amigable y perdonador para los más despiadados pecadores de este mundo. Dios mismo encarnado en la persona de Cristo solo es amor y perdón para los más impíos de este mundo.

Otro ejemplo de esta gracia revelada se muestra patéticamente al ver a Pedro estar hundiéndose en el mar por las fuertes olas y el viento. Aquel discípulo atrevido no tardó en clamar ¡Señor, Sálvame! Y allí estaba la mano de Jesús, lista siempre para ayudarle y rescatarle. Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?.

 

Ya se acercaba la hora de su muerte y había comentado a sus discípulos que llegaría la hora en la que Él sería entregado en mano de pecadores y por ello suplica a sus discípulos que oren a Dios por Él. No faltaron en quedarse sus discípulos dormidos no sólo una vez sino tres veces, pero la tolerancia del Divino Maestro es la que conmueve mi alma.

La tempestad arrecia y los discípulos se desesperan mientras de pronto a Jesús despiertan para acusar y culpar ¿Maestro, no ves que perecemos?; pero el Señor con todo amor y paciencia calma la tempestad, da tranquilidad a los vientos y hace grande bonanza. 

La gracia del Salvador no admite violencia o furor. Cuando Pilato le exige pruebas y ejércitos valientes de sus seguidores. Entonces Jesús le responde: Mi reino no es de este mundo, si mi Reino fuese de este mundo, entonces mis seguidores pelearían para que yo no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.

 

Mi mente viaja inevitablemente de nuevo a la cruz, si allí mismo: “donde todo lo pagó, Cristo quien por mi, libremente derramó su sangre carmesí” como dicen las letras de un clásico himno de la cristiandad. 

Si el religioso y moralista de hoy no se siente de verdad un pecador e impío.
no podrán saborear a plenitud la Gracia del Salvador.

El reconocido autor Charles C. Ryrie, escribe en su libro “La Gracia de Dios” “El cristianismo se distingue de otras religiones precisamente porque encierra el mensaje de la gracia. Jesucristo es la suprema revelación de la Gracia de Dios. La Salvación es por gracia y es precisamente la gracia de Dios la que gobierna y fortalece el vivir del cristiano”.

 

Nada puede compararse a este derroche de Gracia. Después de Jesús haber sido crucificado, que clavan sus manos y pies sobre un madero, que ponen una corona de espinas en su frente y que esperan verlo morir desangrando, entonces La Gracia de Dios encarnada declara:

¡Padre, perdónalos porque ellos no saben lo que hacen!

¿has conocido otro hombre en la historia que le hayan hecho todo esto y que haya dicho tales palabras? 

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