Zaqueo
y Jesús
Una
anécdota de Cristo
y dos formas de predicarla
Por Samuel Santiesteban
Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. (Lucas 19:1-10).
Muchas veces he escuchado este mensaje haciendo hincapié en el dichoso Zaqueo y no se ha centrado el foco de la atención en la persona de Jesús, de quien emana toda la luz de las Buenas Nuevas de Dios para los hombres.
Cuando la iniciativa, capacidad y el ingenio del hombre se exaltan en la prédica sencillamente se cae en un evangelio torcido y erróneo. Millares de cristianos en el mundo no tienen discernimiento para darse cuenta de tal error, cuando escuchan los mensajes.
La buena noticia de la Salvación no enfatiza la voluntad del hombre, sino que siempre exalta y reconoce la soberanía e iniciativa de Dios, quien desciende y nos salva.
Zaqueo era un publicano cobrador de impuestos del imperio Romano. Este hombre que era pecador, estafador y rico porque pedía más dinero del que los romanos exigían haciendo riquezas de una manera fácil, también era doblemente odiado por todo el resto del pueblo judío.
Los que erróneamente predican sobre Zaqueo enfatizan sobre su curiosa decisión para resolver aquella inquietud de ver quién era Jesús...y de subir a un árbol.
Como era bajo de estatura tuvo la iniciativa inteligente de subirse a un sicómoro para que cuando Jesús entrara a la ciudad de Jericó, él desde lo alto del árbol pudiera alcanzar a verlo.
Esta manera de interpretar el pasaje hace hincapié en un Zaqueo con buenas intenciones de ver a Jesús, con una gran disposición para que Cristo Jesús posara en su casa y así continua esta forma de predicación resaltando todas las demás “buenas obras” que hace Zaqueo para alcanzar al Hijo de Dios.
Le invito a escuchar esta predica, la cual no es un mensaje ordinario y común.
Escuche este mensaje que va a sembrar en su corazón una enseñanza fresca y dulce del Evangelio de Cristo.
La prédica de un evangelio correcto siempre exalta a Dios y le da toda la gloria a la iniciativa del Salvador. Porque es Dios quien ve, alcanza y llega al más vil de los pecadores. El Evangelio correcto siempre ve que el plan de redención de nuestras miserables almas procede del mismo trono de Dios y nada puede hacer el hombre para gestionar su salvación o el destino eterno de su alma.
Este mismo Jesús que vio a Zaqueo en el árbol, le mostró a Natanael su divinidad y soberanía cuando Natanael le dice: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. (Juan 1:48).
Y Jesús no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el corazón de ellos. (Juan 2:25).
Solo Dios podia haber hecho que Zaqueo subiese a un árbol de sicómoro, considerado «sucio» porque da una fruta que alimentaba a los cerdos. En la cultura de ese tiempo era humillante para Zaqueo subirse aquel árbol para ver a Jesús. Definitivamente su orgullo fue crucificado con tal hecho, de subir al sicómoro.
Solo Jesús puede tocar con su gracia irresistible al más duro de los corazones. Este es el mensaje de Dios desde las Edades Eternas. Esto es lo que quería el mismo Dios trasmitir a ese pueblo judío ese día, a esa hora y en ese momento dado de la historia de la humanidad, dejando a todos nosotros una nueva categoría de pensamiento en los corazones de todos los hombres a través de los siglos.
¡Que soberanía y omnisciencia la de nuestro querido Salvador, Jesús de Nazaret! Él sabía que Zaqueo subiría al árbol, y que en ese preciso día habría de traer la salvación a su casa.
Es Jesús quien decide levantar su vista y verlo, es quien desciende a su pecado y tiene compasión de su alma. Esta es la historia de la redención eterna de nuestras almas, Jesús siempre descendiendo a nuestras vidas.
Zaqueo tuvo la bendición de no sentirse condenado por Jesús sino amado y perdonado. Esta es la divina experiencia de la gracia de Dios en mi vida y espero que sea también en la suya. (Véase el ensayo: "La Gloria en el Evangelio")