La
danza
de mi dolor.
Por Samuel Santiesteban.
¿Sabe usted esto? Hay algunos cristianos que nos toca una buena porción de dolor y sufrimiento. Algunas veces por nuestros propias decisiones o pecados y en otras ocasiones por el Soberano Designio de Dios.
Sinceramente les escribo, a veces siento una compasión tremenda por las personas que han sufrido en esta vida y me llego a identificar con aquellas que viven en medio de mucha necesidad. Todo cristiano debe sentir compasión en una manera u otra por las personas que sufren, y por los pobres porque no es sintonía con Dios tener un corazón duro frente al dolor de los demás. Jesús tuvo compasión de ellos.
(Mateo 14:14 y Marcos 6:34).
Voces ateas e impías me llegan al oído y me dan susurros molestos donde me dicen que debo hacer una serie de cosas para ser fuerte, competente, valiente y resistir con brios todo el dolor y la enfermedad.
Esas voces me dicen: trabaja duro, edúcate mucho, has algún negocio y acumula una fortuna, harás actividades recreativas, viaja, busca pareja, lee libros, visita la iglesia, participa en un club de socios, come saludable, practica yoga, etc. Son ideas diversas que no alivian para nada nuestro dolor; sin embargo he encontrado en lo más hondo de mi corazón, que una Luz Divina, que una Persona paciente, y un Espíritu Consolador me guía, me impulsa a seguir adelante y me reitera una y otra vez más, que con el Evangelio y la Gracia de Dios vamos a trabajar juntos en tu propio dolor y en el dolor de toda la humanidad.
Cuantas veces he querido escapar del sufrimiento, olvidarlo, y no recordarlo más; pero cuando hay traumas fuertes en nuestra vida, ese dolor ahí está. ¡Qué interesante! ¿verdad? cuando comenzamos a descubrir que el dolor y el sufrimiento no son objeto de maldición, sino que nos conducen a un camino de plenitud más profunda, son como una danza espiritual, es como una Coreografía Divina que nos guía con gracia y perdón a manejar nuestro dolor y a avanzar despacio a una sanidad interior, es que entonces comenzamos a dar la Gloria a Dios.
Hay mucho dolor dondequiera que uno va. Y mi dolor es uno más dentro de la orquesta universal del dolor de toda la humanidad. En la medida que profundizo en la gracia de Dios y en los conceptos del Evangelio de Cristo, puedo recibir una energía de lo alto, una fortaleza increíble, y una perspectiva diferente que me ayuda a sostenerme y a mirar el propio dolor, que me a tocado afrontar.
Debemos despojarnos un poco del ego de nuestro corazón y entender que el mundo no gira alrededor nuestro, sino que nuestro dolor es parte de una danza armónica con el dolor de toda la humanidad. Y así también comprender que toda la creación gime con dolores de parto por la gran redención.(Romanos 8:22).
Jesús nos dice: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo 11:28). Trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa, porque ellos gustaran de mi cena. (Lucas 14:21).
Dios nos invita a mirar a los sufrimientos del mundo y a los nuestros a través de la cosmovisión que nos ofrece el Evangelio de Jesucristo. Donde no podremos llevar coronas en el cielo, sino habremos primeramente de haber cargado alguna cruz en esta tierra. Jesús nos dice: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. (Mateo 16:24).
Soy menos propenso a exagerar todo mi dolor cuando comienzo a pensar que de un modo especial Dios lo ha permitido para moldearme y acercarme más a Él. Entonces ya no hay tanta protesta y rencor en mi corazón, porque ya no veo en mi dolor una interrupción en los planes eternos de Dios para mi vida, sino que apenas comienzo a vislumbrar como Dios lo ha estado orquestando para que lo vea a Él una vez más, de una forma diferente, un Dios de gracia y amor que siempre a mi lado está.
¡Que pueda seguir creciendo es el ruego de mi corazón! Que Dios me corte un poco más mi propio egoísmo y sea llamado a invitar a otros a la danza de nuestro dolor, sumando también aquellos que llenos de la gracia de Dios me han sido de bálsamo en medio de mi dolor, para que sea Cristo el líder de toda la coreografía de la danza del dolor.
Cuando nos presentamos a Dios, todos juntos, para esta danza divina del sufrimiento y del dolor, entonces podremos revelar a otros parte del dolor que nos ha tocado pasar y reconocer como éste nos ha acercado más a Dios, en medio de toda la tempestad. Podremos ser a otros un canal de bendición, a aquellos que se sumen a la danza del dolor, y que descubramos juntos la maravillosa gracia del Redentor.