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Cerca 

de Jesús 

es

donde quiero

estar

Por Samuel Santiesteban

Desde el pecado original se perdieron muchas cosas y entre ellas, se perdió la inocencia, la transparencia, nuestra bondad, la seguridad e identidad, nuestra capacidad de razonar sabiamente, el miedo y la vergüenza flotaron a flor de piel; pero lo más grande que se perdió fue la relación personal e íntima con Dios. 

 

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. (Génesis 3:8).

 

Desde entonces todos tenemos una necesidad imperiosa dentro de nuestras almas por encontrar una relación de amistad pura, de comunión con otra alma, de un amor sublime, de una armonía perfecta con alguien en esta tierra.

 

Queremos saciar la sed de relación a todo costo. Anhelamos compañerismo, lealtad, desesperadamente queremos unirnos a alguien en este mundo pasajero y terrenal de una manera casi ideal.

¡Oh, cómo soñamos! con poder llevar a cabo una danza con alguien que acoplara de una manera tan bella, que pudiéramos danzar con ella por toda la eternidad.

 

En nuestra necedad (generada por el pecado original) buscamos encontrar esta relación perfecta con los hijos, con los hermanos de la iglesia, con el vecino.

 

Quizás con un amigo, o incluso caemos en la trampa crucial de buscar esa alma gemela en el pastor de nuestra iglesia local, o con los hermanos de nuestra propia congregación.

Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.

(Jeremías 2:13).

No tengo la menor duda, de que si eres del grupo de personas que visitas este Portal Cristiano con cierta frecuencia, entonces usted es de aquellos que son amigos de Jesús.

 

Y en algún momento hemos tenido la maravillosa experiencia de estar por unos cortos minutos y a veces segundos en la presencia del Señor.

En ese instante glorioso no hace falta nada más, ni comida, ni ropa, ni dinero, ni diversión, ni amigos, ni esposa, ni hijos, ni sexo e incluso a veces ni Su voz. Nos basta con Su silencio porque es desde ahí que con Dios se contacta y se siente el arrullo y el consuelo del Salvador.

¡Cuán fácil puede desaparecer este gozo! Un ruido de un teléfono, una persona que nos interrumpe, el sonido de la calle, el ruido de un avión, etc. De pronto, toda esa presencia se desvanece y ya no se siente con tanta intensidad.

¡Ah! Pero un día vamos a gozar por la eternidad de la presencia perfecta de Cristo. Allí no habremos de necesitar a nadie más, Su presencia lo llenará todo y estaremos en medio de Su perfecta paz. Él será nuestra luz, nuestra energía, nuestro amigo, será todo lo que necesitamos tener, allí danzaremos con Él por la eternidad.

Cerca de Jesús, es donde quiero estar. ¿Quiere estar usted? 

¡Nuestro corazón
debería aprender
a saciar toda
su sed de relación 
con Jesús!
 
 Jesús dijo:

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

(Mateo 11:21).

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